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martes, 30 de diciembre de 2014

¡Que no renuncie el Presidente, el cambio está en uno!

(Publicado originalmente en Cantera Noticias)

Miércoles 12 de Noviembre de 2014


(Foto de Archivo. Asta de la bandera del Zócalo de la
Ciudad de México)
Recientemente tuve una conversación con un amigo que, esperando no hacerle injusticia a su idea, palabras más, palabras menos, me expresaba su convencimiento de que el Presidente no debe renunciar apostando a que el cambio está en uno, eximiéndolo, a él y a los políticos que nos gobiernan, de responsabilidad por la situación actual del país, si bien puede estar de acuerdo en que en su mayoría son de moral y desempeño cuestionable. En resumen, considera que la corrupción y la mediocridad son un mal endémico del país que se debe corregir desde abajo, dedicándonos a trabajar y siendo buenos ciudadanos, no siendo rebeldes. A ello contesté lo siguiente (con algunas ligeras correcciones y adiciones):

¡Muy bien, amigo! Me he tomado el tiempo y atención para leer este documento que me ha dirigido. En primero lugar quiero agradecerle que me haya tomado en cuenta para compartirlo y me haya, con ello, invitado a la discusión. Quiero suponer que no pretende solamente convencerme, sino debatir, lo cual es magnífico. Continuaré comentando que me parece muy loable que se haya dedicado a escribir este texto para transmitir sus ideas a todos los que, por lo que se ve, no pensamos como usted. Eso es extraordinario, porque es el fundamento de la democracia, esto es hacer política ciudadana. Discutir nuestras ideas. Y con ello me quedo convencido porque quiere decir que se da perfecta cuenta que no basta con dedicarnos a trabajar, tener buenos modales, llevar a nuestros hijos a la escuela y a la iglesia (los que son creyentes), pagar las cuentas y los impuestos (sean los que sean que nos endilguen), respetar los semáforos y ayudar a las viejitas a cruzar la calle, entre otros importantes valores ciudadanos. Efectivamente, parece que no basta ser buenos hijos y buenos padres para vivir en un país digno, del que podamos sentirnos orgullosos, pero sobre todo, un país justo. No parece suficiente dedicarnos a nuestras vidas privadas y a llevarlas lo más decorosas posible, ni tener empresas que generen empleos, o respetar a las que nos los dan. Tan no es suficiente que usted, amigo mío, ha comprendido que necesita intervenir y tratar de convencer a los que se interponen en su visión de vida y en la visión que tiene de lo que debería ser la sociedad y el país. Pero se da perfecta cuenta que la manera de intervenir es rompiendo la burbuja de la vida privada para ejercer presión sobre los demás, es decir, ejercer poder. Y digo que ejerce presión, porque de lo contrario no sería necesario el uso del sarcasmo tan fino que ha desarrollado en su texto. 

Así es, amigo, no son suficientes los buenos modales cívicos, necesitamos además hacer política, porque lo que hacen los demás nos afecta, y parece del todo claro que una gran cantidad de ellos no piensan como uno ni tienen los mismos valores acomodaticios y empresariales. Ni siquiera la gran mayoría de ellos comparten el ideal de éxito con el que nos quiere educar el sistema y al que me parece que usted es afín en cierto modo. No somos iguales, no pensamos igual, y no tenemos las mismas condiciones de vida, educación, oportunidades, acceso a la salud, a la justicia, etc. Y al no ser iguales y tener intereses y visiones distintas, para coexistir tenemos dos opciones: o nos imponemos por la fuerza a los demás para que se adapten a nuestros planes y deseos o dialogamos. Qué bueno que usted y yo podemos hacer lo segundo. Pero el gobierno normalmente hace lo primero, representando a las clases más favorecidas con quienes hace jugosos negocios en detrimento de los recursos de los demás, de las masas, del pueblo pues. Así me parece, amigo, no bastan los buenos modales cívicos que nos enseñan en las escuelas, no basta ser buen estudiante y adquirir destrezas tecnológicas y científicas, habilidades para los negocios o técnicas refinadas para las artes. Tenemos la necesidad además de hacer política, porque lo que hacen los otros nos afecta. Y en ese hacer política, una política en la que busquemos el diálogo y los acuerdos y no solo la imposición de poder, tenemos dos opciones, o gestionamos todo entre todos, o nombramos representantes. Es decir, contratamos empleados a los que, por cierto, les pagamos muy bien. Yo preferiría la primera opción, quizá un día sea viable que le quitemos al Estado buena parte de sus responsabilidades, ya que las cumple tan mal. Pero en el caso que optemos por la segunda opción, que es la que de hecho tenemos, le pregunto ¿Qué hace una persona, un patrón, un empleador, un empresario, cuando un empleado no cumple bien sus funciones, y no solo no las cumple bien, sino que además las cumple muy mal, porque en vez de mejorar lo que recibió, ya de por sí malo, lo empeora, y peor aún, no da signos de entender y tener una solución? En la filosofía empresarial de vanguardia hay algunas alternativas para mejorar el rendimiento de los empleados, en vez de despedirlos, pero en este caso, parecen poco viables. Por ende, el despido es una alternativa completamente legítima que tiene el empleador. El empleador evidentemente es el pueblo entero, que si bien no es homogéneo de modo que pueda tomar una decisión sin desacuerdos, tiene la alternativa de la votación, las asambleas, las urnas, los plebiscitos, los referéndums, las consultas ciudadanas, etc. Así decidimos entre todos. ¿Pero qué pasa si el empleador se las amaña para que los ciudadanos no tengamos manera de llevar a cabo esos mecanismos democráticos de toma de decisiones para poderlo despedir? Estamos en un juego de poder, una lucha de poder, de imposición, en donde muchos van a perder y pocos van a ganar, los que tengan el poder económico, por supuesto. La minoría, evidentemente. Despedir o hacer renunciar a un presidente es completamente legítimo y en muchos casos (como creo que es este) necesario. Y eso, a todas luces no parece posible llevándole un escrito o pidiéndoselo por favor. 

Usted insiste en que nos dediquemos a trabajar, a ser buenos alumnos, a respetar a los peatones, y todo ello es efectivamente muy necesario, pero ello no va a resolver el dolor de estómago, la muerte por temperatura o diarrea, la pérdida de sus tierras de los campesinos a manos de grupos internacionales que prometen empleos, falta de educación, frío, la desventaja ante los poderosos en los tribunales en caso de un juicio, y un largo etcétera. Es decir, quizá lo resuelva si todos, insisto, todos, adquirimos buenos modales, pero tal vez lo resuelva por allá del siglo... no sé qué siglo decirle, porque los de arriba siempre se las van a ingeniar para mantener a las masas abajo, explotando sus recursos y su fuerza de trabajo a cambio de migajas. Es decir, ese, amigo mío, es un guajiro sueño que no van a ver los ojos de la generación actual, ni la siguiente, ni la que sigue, de aquellos seres humanos que tanto lo necesitan. SERES HUMANOS. ¡No les pida usted, amigo mío, que abracen sus valores burgueses y sueños de éxito empresarial!, porque además no a todos les parecen sanos ni deseables. Pero sobre todo, porque no les van a resolver el dolor en que viven ni en esta vida ni en la otra. Usted y yo nacimos privilegiados, sin llegar a estar si quiera entre los que tienen más. Pero somos una lastimosa minoría. Yo si quiero que renuncie Peña Nieto, para empezar porque nunca debió llegar ahí, si no fuera por el descarado abuso de los recursos públicos que usó para comprar aliados y votos en una elección, por lo menos, moralmente ilegítima. Y también quiero que renuncien toda la bola de políticos de mierda de todos los partidos, senadores, diputados, ministros de justicia, gobernadores, alcaldes, regidores, secretarios de estado, etc. Y no porque crea ilusamente que con ello se van a resolver los males de México. Evidentemente no. Pero un patrón tiene que tomar decisiones y remover a los malos elementos sí o sí, cuando no hay manera de hacerlos rendir mejor. Si no podemos a todos, pues a los que se pueda. Por derecho, nosotros somos los patrones.

Usted apoya que si el pueblo tiene el poder no habrá políticos que puedan con él, y para ello sugiere que nos preparemos, estudiemos, trabajemos y no nos achiquemos, lo cual me parece del todo cierto, solo agregaré que la única manera que el pueblo puede tener poder es asociándose y organizándose. Los valores y la educación le ayudarán a crear sistemas eficientes y respetar los procesos y los mecanismos, pero no le dan poder en sí mismos. Otra cosa es que para poder respetarnos unos a otros y vivir en armonía parece preciso que vivamos en un país sin resentimiento, con justicia y equidad, de modo que no tengamos necesidad de desear lo que tiene el otro o de odiarlo por causarnos desgracia. Así pasa en los países desarrollados por eso tienen vidas democráticas más pacíficas. Hacen falta ciertas condiciones de equidad y justicia mínimas para ejercer la democracia con menos virulencia y menos marchas y manifestaciones que bloqueen el tráfico y causen destrozos. La cantidad, tamaño y virulencia de las marchas es proporcional al nivel de desigualdad e injusticia de un pueblo.

¡Saludos cordiales!, ¡Que se vayan todos!

                      Amar es encontrarle sentido a la vida en lo amado. He así como el filósofo ama la sabiduría, y ésta, como todo lo amado, es escurridiza.

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