(Con autorización del autor. Publicado originalmente en La Razón, 19 de junio de 2016)
Por Guillermo Hurtado
Guillermo Hurtado, Dr. en Filosofía e investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, con publicaciones a nivel nacional e internacional. |
“La claridad es la cortesía del filósofo”, decía Ortega y Gasset. Muy bien, pero ¿en qué consiste ser claro? Según Quintiliano, la claridad puede ser contraria de la oscuridad y de la ambigüedad. Es por ello que un texto puede ser oscuro aunque no sea ambiguo. Hay temas filosóficos con tanto fondo que resultan oscuros por naturaleza. Por otra parte, no siempre se ha considerado a la oscuridad como una descortesía. Gracián afirmaba que la mejor escritura debía ser profunda y, por ello, que no podía dejar de tener una pátina de oscuridad que, además, le brindara un toque de elegante gravedad. Es difícil imaginar que el conceptismo barroco vuelva a estar de moda. Sin embargo, habría que tener cuidado de no confundir la claridad con la parquedad, la llaneza o el simplismo, que no son atributos de la mejor escritura filosófica.