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domingo, 12 de noviembre de 2017

Dialéctica de la globalización


Carolus Delgadillo. Lic. en Filosofía 
por la Universidad de Guadalajara y 
actual estudiante de Posgrado en 
Filosofía en la UNAM. Profesor de 
Filosofía en Colegio CEDI.
El capital y Estados Unidos habían ganado la "Guerra Fría". Quisieron abrir todos lo mercados, eliminar todas las restricciones para favorecer la inversión, la libre circulación de dinero y mercancías.

Las derechas del Tercer Mundo concordaron con eso. No solo o  no tanto porque fueran entreguistas, sino porque lo vieron como una gran oportunidad para que las oligarquías se enriquecieran exportando a los principales mercados. Así pasó, en México, por ejemplo, hay una élite de multimillonarios que han forjado sus fortunas justo en esta etapa que comenzó en los 80.



Pero no sólo las empresas trasnacionales, Estados Unidos o pequeños grupos de países periféricos se han visto favorecidos. China se subió en el tren de la globalización y lo aceleró, es el país que más ha crecido, que más se ha favorecido. También es el periodo del resurgimiento de Rusia.

La globalización iniciada por el occidente anglosajón no produjo un mundo dominado por los centros de poder en Europa o en Norteamérica, sino un mundo multipolar, con China ahora como la principal potencia económica.

La crisis financiera, la derrota en la globalización, el fenómeno del terrorismo, todo eso ha provocado el surgimiento de una derecha en los países del Primer Mundo que tiende hacia una "desglobalización", hacia el proteccionismo. De la apertura pregonada ahora se pasa al cierre.

Donald Trump, un multimillonario, culpa a la "clase política" de beneficiar a todos, menos a Estados Unidos, con los acuerdos comerciales. Culpa a las empresas trasnacionales por invertir en otros países, culpa a los inmigrantes por quitarle empleos a los estadounidenses. Quiere un repliegue. De las empresas norteamericanas hacia dentro, de las fronteras con muros, de los ilegales para afuera.

Trump apela a los blancos de clase trabajadora. Su discurso los confronta con los trabajadores de otros países. Él, siendo un burgués, pretende encabezar a los trabajadores contra otros trabajadores, a los explotados contra otros explotados.

Las élites del Tercer Mundo, bien cebadas, enriquecidas, acomodadas a la globalización, defienden el modelo. Acusan de todo a Trump, de xenófobo, populista y demagogo, pero no le llaman burgués, no señalan su riqueza, no hablan del capitalismo. Esas oligarquías locales quisieran que todo siguiera igual.

La izquierda tendría que reconocer la dialéctica de la globalización: así como ese proceso permitió que el capital superara sus limitaciones, también fincó la posibilidad de una internacionalización de las resistencias. En México, en Brasil, en Taiwán y en Angola hay ahora trabajadores de una misma firma, enfrentan todos a una élite en cada país y a un mismo sistema mundial. La globalización produjo empresas trasnacionales, pero también luchas trasnacionales.

Si una derecha como la de Trump enfrenta a los trabajadores con su xenofobia, la izquierda tendría que reunirlos en la solidaridad revolucionaria. Si la derecha imperial reacciona con proteccionismo y la derecha mexicana reacciona defendiendo la apertura del capital, la izquierda tiene que desmarcarse de ambas: el enemigo del trabajador mexicano no es el trabajador norteamericano, es el burgués, el terrateniente, el oligarca, tanto aquí como allá.

La izquierda no puede ser proteccionista, nacionalista ni cerrada. No puede limitarse ya a construir una lucha de clases local. No puede poner un muro mental entre México y Estados Unidos. La izquierda tiene que globalizarse para enfrentar al capital y también a la reacción fascistoide y xenófoba.

Frente a los globalizadores capitalistas, tiene que formar un bloque de resistencias de alcance internacional, políglota, multicultural. Tiene que hacer suya la globalización. Sólo así podrá derrotar también, con ayuda de los trabajadores de cada país de Primer Mundo, a la derecha cerrada, paranoica, que utiliza el discurso de odio para enfrentar a los pueblos.

El socialismo no será de un solo país, no será proteccionista ni aislacionista, será global o no será.


Facebook: Carolus Delgadillo


(Las opiniones expresadas no representan necesariamente la opinión de FILYA y son responsabilidad única de los autores)

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