(Publicado originalmente el 27 de febrero en Revolución 3.0)
Por Erik Quintanar / @ErikQuintanar
Que la memoria no sea tan corta. En momentos como éste, de
actos altamente mediáticos como la visita de grandes mandatarios mundiales a una
“inviolable” Toluca y la captura de grandes capos del narcotráfico como el
Chapo Guzmán, los temas de verdadero interés ciudadano suelen esconderse un
poco bajo el tapete, los únicos con los que el ciudadano puede albergar
verdaderas esperanzas de mejora en la vida pública, más allá de la parafernalia
y los flashes sobre estos grandes actos cupulares.
El pasado 5 de febrero en este México de siglo XXI, en plena
revolución digital, de la democratización de las comunicaciones y la
virtualización de la vida, de la globalización, se llevó a cabo a pie el
Congreso Popular en la explanada del Monumento a la Revolución de la Ciudad de
México con el propósito de revocar las reformas neoliberales que ha emprendido
el gobierno peñista, particularmente la (contra)Reforma Energética promulgada
el 20 de diciembre de 2013 que privatiza de facto el petróleo, los
hidrocarburos y la energía eléctrica, e iniciar una serie de acciones de
resistencia civil para lograr el cumplimiento de este decreto revocatorio
popular: la principal de ellas, una serie de marchas y manifestaciones públicas
el próximo 18 de marzo, en el aniversario de la expropiación petrolera. Y esto
se ha hecho así porque las reformas emprendidas van en contrasentido del
espíritu social y democrático de la Carta Magna mexicana, una Constitución
Política histórica por ser la primera Constitución Política social del mundo,
pero sobre todo porque tales reformas se han hecho desobedeciendo el mandato
popular. La clase política ha decidido correr el riesgo político de brincarse la
soberanía ciudadana y la ciudadanía no está dispuesta tolerarlo. Y además lo ha
hecho de un modo inconstitucional, al aprobarse las reformas sin discusión ni
paso por comisiones en el Congreso.
Acostumbrado el pueblo mexicano al autoritarismo –politeocrático
y teocrático antes, laico después-, a que las decisiones de interés colectivo,
públicas, políticas, sean tomadas heterónomamente, por Cuauhtlahtos y
Tlahtoanis entre los mexicas, Batabs y Halach Uiniks entre los mayas, Reyes y
Virreyes durante la Nueva España, Emperadores, Dictadores y Presidentes, en el
México independiente y moderno, y una oligarquía partidocrática, empresarial y
telecrática en el México contemporáneo que manipula el cuerpo legal de la Carta
Magna mediante un ente supralegal conformado por un grupo de legisladores de
varios partidos políticos, tanto de derecha como de “izquierda”, llamado “Pacto
por México”, el que se arroga atribuciones que no le ha otorgado el pueblo para
marcar la agenda nacional, y dirigidos por un Presidente impuesto por la
televisión, obedeciendo finalmente todos a un grupo de intereses
transnacionales y personales, de castas político-económicas, en donde el bien
común o el bien de la comunidad a la que se gobierna pasa de ser una aspiración
legítima a mera retórica legitimadora de sus prácticas políticas; acostumbrado
a todo ello, es encomiable la aparición de un órgano ciudadano para apropiarse
la soberanía. O mejor dicho, para ejercer su soberanía.
Y es que a pesar de ello, el pueblo mexicano está acostumbrado
también a la vida y la lucha democrática, con una ancestral tradición a nivel
de las comunidades de tomar decisiones mediante asambleas, y a constantes
luchas y rebeliones contra las injusticias, imposiciones y autoritarismos de
los gobernantes. En la era contemporánea, la ciudadanía viene ya con la inercia
de una larga tradición de organización y lucha para establecer derechos e
instituciones que respondan a sus intereses. Así, en este marco de la historia
política nacional, este Congreso Popular viene a ser una práctica más refinada
y mejor articulada, como quizá no se había logrado en el pasado, en el camino
de la emancipación del pueblo contra las imposturas de poder. La nación
mexicana madura cada vez más, y este tipo de ejercicios que han de convertirse
en organización de base son de gran relevancia histórica.
Tuve la oportunidad de ser testigo y partícipe de este evento
tanto desde los escaños populares como desde la tribuna, así que mi experiencia
es de gran valor. Fui elegido por insaculación para ser orador en la tribuna y
el segundo en orden de entre los congresistas populares en hablar (leer
discurso en este link: Exposición de motivos para participar en el #CongresoPopular) Pude presenciar la organización de
las mesas de trabajo que se realizaron a la vista de todos, presenciar la
asistencia entusiasta y fresca de los congresistas independientes, el ímpetu
unánime con que se oponían a las reformas peñistas y a la política neoliberal
que venimos padeciendo desde Miguel de la Madrid y al modo antidemocrático e
ilegítimo con que las han hecho; e incluso fui testigo del brote de algunas
inconformidades, que si el Congreso es verdaderamente ciudadano habrán de
resolverse. Así que puedo testificar que la tendencia izquierdista de este
congreso es tal solo por su interés ciudadano y que su conformación ha sido
auténticamente ciudadana, no obstante que haya un comité organizador con
personajes identificados en el escenario de la política nacional.
Incluso pude realizar la propuesta ante el pleno de crear una
“Coordinadora Ciudadana Nacional de Iniciativas de Ley y Consultas” (leer
propuesta en este link: Propuesta presentada al #CongresoPopular), que desafortunadamente no entró en
la orden del día, pero que tuvo muy buena respuesta y opiniones entre los
congresistas y organizadores. Es en ese sentido que me parece debe girar el
curso de este Congreso Popular.
No deja de ser simbólico que el Monumento a la Revolución que
originalmente fue planeado como un opulento recinto legislativo para la clase
política privilegiada del porfiriato (tal como la de hoy en día), aunque su
construcción quedó inconclusa, cumpla hoy la función para la que fue concebido,
pero en un sentido purificado, en donde el pueblo se apropia la labor de
legislar, aunque sea de modo simbólico pero con objetivos contundentemente
prácticos, frente a un grupo de representantes espurios, en donde, contrario a
su plan original, el recinto es austero dada su inconclusión, por lo que se
sesiona al aire libre, y trascendente dada la apropiación que de él hace el
pueblo. Se enseñorea el Monumento en el horizonte celeste ante la envergadura
de los hechos, máxime porque a los pies de los congresistas reposan los restos
mortales de los héroes revolucionarios que dieron vida a esa Constitución
Política.
La convocatoria del Congreso Popular ha sido un rotundo éxito,
más de 2,500 congresistas populares procedentes de todo el país respondieron a
una convocatoria que fue abierta a todo el público interesado y realizada
únicamente a través de las redes sociales, sin la cobertura de los grandes
medios, organizado por un grupo de casi un centenar de ciudadanos respetables y
prestigiados personajes públicos de la izquierda nacional como escritores,
artistas, productores, filósofos,
periodistas, luchadores sociales, entre otros. El Congreso Popular ha
sido un ejercicio completamente ciudadano, independiente de partidos políticos,
grupos gubernamentales o empresariales, pese a la incredulidad de los
intelectuales del establishment.
Sin embargo, este Congreso Popular debe aspirar a ser más que
un movimiento coyuntural que solo responda a ciertos momentos de tensión
política, y lanzarse de lleno a la conquista de una auténtica organización
ciudadana permanente que articule las iniciativas e intereses auténticos del
pueblo para llevarlos al Congreso y a la Agenda Nacional.
Por todo lo cual, considero que si en el corto o mediano
plazo este Congreso Popular manifiesta una forma democrática y transparente en
el nombramiento de los que participen en el Comité Organizador y sus reglas de
constitución y renovación son todo lo democráticas posible, y la elaboración de
la orden del día para las sesiones plenarias se hace en diálogo abierto y
público con los ciudadanos, este Congreso Popular puede constituir la
conformación de una auténtica Red Ciudadana para el ejercicio directo de la
política.
El pueblo debe dejar de creer en esa falacia de la democracia
representativa y caminar hacia la autodeterminación.
Amar es encontrarle sentido a la vida en lo amado. He así como el filósofo ama la sabiduría, y ésta, como todo lo amado, es escurridiza.
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