(Publicado en Cantera Noticias)
Por Erik Quintanar / @ErikQuintanar
EL SUEÑO MEXICANO, SUEÑO DEL HOMBRE
Los mexicanos estamos acostumbrados a
quejarnos, a protestar, unos contra el gobierno, otros contra los que protestan
contra el gobierno, el gobierno contra los partidos de oposición, los
aspirantes a puestos de elección contra los dirigentes de los partidos, los
estudiantes críticos contra la manipulación de los medios, las mamás contra los
estudiantes críticos y estos contra sus mamás, los que marchan contra los
policías, los automovilistas contra los que marchan, los policías contra los
jefes policiacos por los bajos salarios que les pagan por ir contra los que
marchan, los alumnos contra los profesores, los profesores contra el sistema
educativo, el sistema educativo contra los profesores, los ciudadanos contra el
gobierno que no los protege de los delincuentes y criminales, los
comunitaristas contra los gringos y contra la indiferencia de los
individualistas, los individualistas contra los comunitaristas que no los dejan
vivir su vida light. En fin, a grandes rasgos, amamos a México, pero México no
es lo que quisiéramos. Y nos quejamos. Siempre nos quejamos, todos contra
todos.
Pero es habitual que discutamos en vez
de debatir, que debatamos con las viseras, que aventemos un pedazo de hígado
antes que un argumento. No estamos bien adiestrados para razonar y debatir.
Pero sobre todo, no tenemos una idea clara de lo que debería ser México. El
sueño mexicano.
Estamos muy acostumbrados a compararnos
contra aquellos a quienes creemos mejores: Estados Unidos, Europa, Alemania,
Francia, Inglaterra, de común los países históricamente dominantes que
enarbolan un ideal de libertad con que hemos sido semi-formados. No es el
dominador de por sí, en un país de tradición occidental difícilmente veremos
con agrado a un país con tradiciones opuestas a las nuestras, aunque éste fuera
dominante. Amamos la idea de los países dominantes, tanto cuanto porque son
dominantes, como porque representan la libertad y el lujo. Un halago a los
sentidos. Buenas ropas, buenos perfumes, comodidades, vehículos y edificios
suntuosos, gadgets y tecnología, buenas comidas, físicos trabajados y
atractivos en las personas, costumbres y modales aristocráticos (o ‘fresas’ hoy
en día) y, sobre todo, que todo ello “parece” al alcance de cualquiera y no es
privilegio de las clases nobles. Es un ideal accesible para todos. Aunque
soslayamos que estos privilegios suelen provenir de algún origen histórico
oscuro, de saqueo y abuso de unos sobre otros. Los grupos conscientes de ello
suelen protestar contra los inconscientes que solo quieren vivir su vida, y
viceversa.
La tragedia de México (una de tantas)
es que ese ideal está demasiado lejos de materializarse como un bien colectivo.
La discrepancia de la pobreza contra la riqueza no permite que el ideal se
cristalice, máxime cuando ni siquiera sabemos elaborarlo, con una educación
deficiente por un sistema educativo corrupto y siglos de atraso soberano. Y
sobre todo, por desconocimiento el sistemático de la pluralidad cultural e
ideológica de nuestra sociedad. Un ideal, casi nunca va a ser ideal para todos,
menos con grupos sociales que lucen tan antagónicos.
En la tradición filosófica de México y
los países latinoamericanos, se ha intentado en el pasado elaborar una
reflexión sobre lo mexicano en particular y latinoamericano en general, que
brinde alguna luz sobre lo que somos y con ello, seguramente, lo de debemos
ser, para dejar de imitar toscamente modelos de vida ajenos y extranjeros.
Sin ánimo de revivir aquellas viejas
polémicas, parece vigente la necesidad de encontrar un rumbo que nos ayude a
superar todas las dificultades y subdesarrollos que nos han venido arrancando
el tiempo y la felicidad. Paréceme preciso para todo ello, aprender a pensar
nuestro futuro, nuestro sueño mexicano, que será, finalmente un sueño del
hombre. Aprender a trazar un rumbo que seguir como nación para dejar de estar
tirándonos todos contra todos con la escoba, más que con argumentos. Hace falta
análisis meticuloso, de conciencia propia, y una intensa organización. Pero
para ello, hace falta un objetivo que podamos esgrimir como propio, y este,
probablemente provenga más de nuestras necesidades propias que de los ideales
importados.
Es preciso el análisis y la discusión sobre
nuestra realidad cotidiana y humana, para contribuir en la búsqueda de
alternativas de comprensión y solución para un ambicioso destino como nación,
de la mano con el resto de la comunidad humana. Es preciso que aprendamos a
pensarnos como lo máximo que podemos ser, a partir seguramente de aprender a
pensar lo que somos y lo que necesitamos.
Amar es encontrarle sentido a la vida en lo amado. He así como el filósofo ama la sabiduría, y ésta, como todo lo amado, es escurridiza.
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